Te entiendo. Por años viví con una condición de piel que resultó ser un caso severo y no respondía a los tratamientos convencionales. A mis 30 años, con un doctorado y una maestría bajo mi correa, me veía al espejo y me sentía terrible al verme la cara cubierta de acné.

¡Imagínense haber estudiado medicina y no poder aún haberlo controlado! Me sentía impotente y triste. Tuve dos opciones: me resignaba o continuaba estudiando y buscando el porqué.

Gracias a esta experiencia pude ver la estrecha relación que hay entre el bienestar interior, el conocernos y ser generosos con nosotros mismos, donde nuestros buenos hábitos puedan manifestarse en nuestra piel.

Aprendí que nuestro día a día pasa factura tarde o temprano en la forma en que envejecemos o hasta las condiciones que podemos presentar. Comprendiendo esto mi práctica evolucionó a un enfoque mucho más integral justo a tiempo para concentrarme en mi siguiente pasión: la prevención y el abordaje con procedimientos estéticos.

Siento fascinación por la naturalidad y practicidad, y eso se refleja en el abordaje estético que practico. Creo fielmente que pequeños cambios logran hacer un impacto significativo a largo plazo.

El vivir en una sociedad que cada vez más idealiza la perfección física, es un acto de rebeldía escogernos y decidir amarnos potenciando nuestros atributos y belleza natural.